Caballo
de Madera
Había una vez, en algún lugar muy lejano,
existía una joven llamada Zoe, su padre era conocido como uno de los mejores
carpinteros de la ciudad. La joven desde muy niña, siempre tuvo una gran
admiración por este oficio, pero lamentablemente, por decreto del alcalde solo
los hombres se podían dedicar a esta profesión, así que se resignó solamente en
ver a su papá confeccionar los objetos que le solicitaban.
El carpintero, Jorge, aparte de dedicarse
a su trabajo, también tenía que realizar los quehaceres del hogar y cuidar de
Zoe, ya que la madre de la joven murió cuando esta solo tenía seis años. Cuando
ella aún vivía, los dos se repartían las tareas de la casa y el cuido de la
niña. Luego de la muerte de su esposa, se dedicó por completo a todos estos
trabajos.
Cuando Zoe llegó a la juventud, Jorge
comenzó a enseñarle todo lo que él sabía sobre carpintería, a escondidas,
claro, ya que, si el alcalde se enteraba, podía llevar a Jorge preso por
incumplir las normas que él había impuesto.
La joven tenía talento, hasta se podía
afirmar que aún más que su padre; los muebles que hacía eran exquisitos, dignos
de admirar, con acabados pulcros, limpios e impecables. No era necesario saber
de carpintería para notar que cada mueble o juguete que elaboraba, era
simplemente hermoso a la vista.
Un día, cuando Zoe regresaba del colegio,
encontró pegado en un poste un anuncio de un concurso, donde llamaba a todos
los carpinteros del pueblo a participar en una competencia patrocinada por el
alcalde, que consistía en hacer una mecedora para su hija pequeña. Al ganador
se le recompensaría con una ayuda monetaria, más el prestigio que le otorgaría
el salir victorioso del concurso.
Zoe emocionada, arrancó el papel y se apuró
en llegar a su hogar, estaba aún más emocionada ya que si su padre ganaba el
concurso, al fin podría expandir su taller, que llevaba mucho tiempo ahorrando
para poder agrandar su espacio de trabajo. Cuando finalmente llegó a su casa,
buscó a su padre, pero lo encontró en cama, enfermo por una fuerte gripe. Le
contó sobre el concurso y él, desanimado, contestó que no podría participar
debido a que sentía mal y necesitaba reposar para amanecer mejor al día
siguiente. Triste , la joven abandonó la habitación de su padre y se acostó en
la cama de su habitación. Una loca idea atravesó su mente, y aunque dudó al
inicio, armándose de valor se dirigió al taller de su padre y se puso manos a
la obra.
Cuando tuvo papel y lápiz en su mano,
dibujó sobre la hoja su idea, tomó los materiales necesarios e inició su labor.
Duró lo que restaba de la tarde y parte de la noche para terminar su labor, dio
unos pasos atrás y admiró su obra, sonrió satisfecha y se fue a dormir.
Al día siguiente, se levantó temprano y comenzó
a vestirse. Su padre, que se sentía mejor, accedió a ir a ver el concurso.
Cuando los dos estuvieron listos, salieron camino al evento, no sin que antes
la joven guardara a escondidas la mecedora en la cajuela del auto. Una vez que
llegaron, el padre se adelantó para ir a buscar lugar entre la multitud. Zoe aprovechó
que nadie la veía para colocar su mecedora al lado de las otras tres. Luego se
reunió nuevamente con Jorge.
Cuando el alcalde llegó, dio unas palabras
de agradecimiento para con los carpinteros que se dedicaron a crear una
mecedora para su hija. Comenzó a inspeccionar, junto con su pequeña, las
mecedoras. Las tres primeras tenían apariencia de silla, pero cuando llegaron a
la cuarta, su hija quedó encantada con esa; era un caballo de madera, adaptado
con un balancín que permitía el movimiento.
El alcalde nombró a esa como la ganadora y
pidió que el creador diera un paso adelante, pero nadie lo dio. Volvió a
preguntar y luego de tomar un gran respiro, Zoe se hizo paso de entre la
multitud. Todos soltaron una exclamación de asombro cuando vieron a la joven al
lado de la mecedora. El alcalde, incrédulo, le preguntó nuevamente si ella era
la autora del caballo de madera y ella asintió. Frente a todo el pueblo ella exclamó
que no le veía nada de malo el hecho que una mujer hiciera un trabajo, que
según las personas solo lo podía hacer un hombre, no mientras a la persona le
guste hacer ese oficio. Agregó que ella creció viendo a su padre hacer labores
domésticas y se supone que solo la mujer puede hacer este tipo de trabajos. No
hay nada de malo que tanto hombres como mujeres hagan trabajos de los otros
mientras que a ellos mismos les guste. Nadie es superior o inferior por su sexo.
El alcalde luego de guardar silencio,
atónico, reflexionó y le dio la razón a Zoe. La nombró ganadora tanto del
concurso como del premio y de inmediato prometió que cambiaría su decreto y
propondría un nuevo mandato, donde hombres vivirían en igualdad de condiciones,
mujeres y hombres podrían realizar los trabajos que quisieran.
Gracias a Zoe, su padre pudo expandir el
negocio y abrir un nuevo taller. Luego que la joven terminara sus estudios, se
hizo socia de Jorge y ella pudo finalmente ejercer el trabajo que tanto
anhelaba, sin tener que esconderse del mundo exterior y debido a esto, ahora la
joven es una de las mejores carpinteras de la ciudad.
Hellen
Torrentes Díaz
11-2