lunes, 24 de junio de 2019


Caballo de Madera

     Había una vez, en algún lugar muy lejano, existía una joven llamada Zoe, su padre era conocido como uno de los mejores carpinteros de la ciudad. La joven desde muy niña, siempre tuvo una gran admiración por este oficio, pero lamentablemente, por decreto del alcalde solo los hombres se podían dedicar a esta profesión, así que se resignó solamente en ver a su papá confeccionar los objetos que le solicitaban.
     El carpintero, Jorge, aparte de dedicarse a su trabajo, también tenía que realizar los quehaceres del hogar y cuidar de Zoe, ya que la madre de la joven murió cuando esta solo tenía seis años. Cuando ella aún vivía, los dos se repartían las tareas de la casa y el cuido de la niña. Luego de la muerte de su esposa, se dedicó por completo a todos estos trabajos.
     Cuando Zoe llegó a la juventud, Jorge comenzó a enseñarle todo lo que él sabía sobre carpintería, a escondidas, claro, ya que, si el alcalde se enteraba, podía llevar a Jorge preso por incumplir las normas que él había impuesto.
     La joven tenía talento, hasta se podía afirmar que aún más que su padre; los muebles que hacía eran exquisitos, dignos de admirar, con acabados pulcros, limpios e impecables. No era necesario saber de carpintería para notar que cada mueble o juguete que elaboraba, era simplemente hermoso a la vista.
     Un día, cuando Zoe regresaba del colegio, encontró pegado en un poste un anuncio de un concurso, donde llamaba a todos los carpinteros del pueblo a participar en una competencia patrocinada por el alcalde, que consistía en hacer una mecedora para su hija pequeña. Al ganador se le recompensaría con una ayuda monetaria, más el prestigio que le otorgaría el salir victorioso del concurso.
     Zoe emocionada, arrancó el papel y se apuró en llegar a su hogar, estaba aún más emocionada ya que si su padre ganaba el concurso, al fin podría expandir su taller, que llevaba mucho tiempo ahorrando para poder agrandar su espacio de trabajo. Cuando finalmente llegó a su casa, buscó a su padre, pero lo encontró en cama, enfermo por una fuerte gripe. Le contó sobre el concurso y él, desanimado, contestó que no podría participar debido a que sentía mal y necesitaba reposar para amanecer mejor al día siguiente. Triste , la joven abandonó la habitación de su padre y se acostó en la cama de su habitación. Una loca idea atravesó su mente, y aunque dudó al inicio, armándose de valor se dirigió al taller de su padre y se puso manos a la obra.
     Cuando tuvo papel y lápiz en su mano, dibujó sobre la hoja su idea, tomó los materiales necesarios e inició su labor. Duró lo que restaba de la tarde y parte de la noche para terminar su labor, dio unos pasos atrás y admiró su obra, sonrió satisfecha y se fue a dormir.
     Al día siguiente, se levantó temprano y comenzó a vestirse. Su padre, que se sentía mejor, accedió a ir a ver el concurso. Cuando los dos estuvieron listos, salieron camino al evento, no sin que antes la joven guardara a escondidas la mecedora en la cajuela del auto. Una vez que llegaron, el padre se adelantó para ir a buscar lugar entre la multitud. Zoe aprovechó que nadie la veía para colocar su mecedora al lado de las otras tres. Luego se reunió nuevamente con Jorge.
     Cuando el alcalde llegó, dio unas palabras de agradecimiento para con los carpinteros que se dedicaron a crear una mecedora para su hija. Comenzó a inspeccionar, junto con su pequeña, las mecedoras. Las tres primeras tenían apariencia de silla, pero cuando llegaron a la cuarta, su hija quedó encantada con esa; era un caballo de madera, adaptado con un balancín que permitía el movimiento.
     El alcalde nombró a esa como la ganadora y pidió que el creador diera un paso adelante, pero nadie lo dio. Volvió a preguntar y luego de tomar un gran respiro, Zoe se hizo paso de entre la multitud. Todos soltaron una exclamación de asombro cuando vieron a la joven al lado de la mecedora. El alcalde, incrédulo, le preguntó nuevamente si ella era la autora del caballo de madera y ella asintió. Frente a todo el pueblo ella exclamó que no le veía nada de malo el hecho que una mujer hiciera un trabajo, que según las personas solo lo podía hacer un hombre, no mientras a la persona le guste hacer ese oficio. Agregó que ella creció viendo a su padre hacer labores domésticas y se supone que solo la mujer puede hacer este tipo de trabajos. No hay nada de malo que tanto hombres como mujeres hagan trabajos de los otros mientras que a ellos mismos les guste. Nadie es superior o inferior por su sexo.
     El alcalde luego de guardar silencio, atónico, reflexionó y le dio la razón a Zoe. La nombró ganadora tanto del concurso como del premio y de inmediato prometió que cambiaría su decreto y propondría un nuevo mandato, donde hombres vivirían en igualdad de condiciones, mujeres y hombres podrían realizar los trabajos que quisieran.
     Gracias a Zoe, su padre pudo expandir el negocio y abrir un nuevo taller. Luego que la joven terminara sus estudios, se hizo socia de Jorge y ella pudo finalmente ejercer el trabajo que tanto anhelaba, sin tener que esconderse del mundo exterior y debido a esto, ahora la joven es una de las mejores carpinteras de la ciudad.       





Hellen Torrentes Díaz
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